Cursar un Executive MBA, un reto pero una recompensa
Una de las fuerzas motrices para obtener mi MBA en Emory fue afinar y mejorar mi perspicacia empresarial mejorando mis capacidades analíticas y matemáticas. Durante gran parte de mi carrera, me basé en instintos viscerales y en mi inteligencia emocional como periodista.
A medida que avanzaba en mi carrera, empecé a supervisar las cuentas de resultados desde la dirección, y cada nuevo trabajo me obligaba a utilizar y comprender mejor Excel, a hacer números y a profundizar en el proceso presupuestario.
Superar finanzas corporativas fue uno de los cursos más desafiantes para mí en Goizueta. Sin embargo, tuve la suerte de contar con el apoyo de varios profesores, entre ellos Doug Bowman, Wendy Tsung y J.B. Kurish. Cuando trabajé con el profesor Kurish en finanzas corporativas, sentí que aprendía y que me enseñaban de verdad. Me dio problemas de práctica, hojas de fórmulas y muchos deberes. Pero creo que lo que realmente me dio fue paciencia, que a la larga me dio confianza, que luego se convirtió en comprensión. Estoy más que agradecido por el tiempo que invirtió en mi aprendizaje. Ahora entiendo las ecuaciones VAN, VEF y TIR, ¡lo cual es asombroso!
Algunos consejos si tus conocimientos no son muy buenos antes del programa. Deberías matricularte en el campamento de entrenamiento preescolar de Emory, donde te enseñan Excel y te preparan para tus próximas clases cuantitativas. También tienes la oportunidad de solicitar un tutor mientras estés en el programa. Trabajé codo con codo con un estudiante de contabilidad y aprobé esa asignatura.
Mi paso por el programa de Emory fue intenso. Tuve que renunciar a muchas cosas que disfrutaba antes del MBA, como el ejercicio, Netflix, el tiempo con mi prometido y mi familia, e incluso tuve que perderme algunos partidos de fútbol de mi hijo. Varios de mis compañeros tuvieron que hacer frente a fallecimientos, nacimientos y problemas de salud. A lo largo de todos los retos, todos los estudiantes con los que hablé mencionaron el apoyo que Emory les brindaba en función de sus situaciones individuales. A una estudiante se le murió un familiar mientras estábamos en Argentina, y otro estudiante, que es militar, ayudó a llevarla al aeropuerto para que volara de vuelta a Estados Unidos.
Pero, como se suele decir, no hay crecimiento sin cambio y no hay cambio sin crecimiento, y esta es para mí la esencia de la vida en Emory y de cursar tu MBA en un entorno tan desafiante.